- ¿Da
usted su permiso?
- ¡Pase
Martínez, pase!
- ¿Me
ha mandado usted llamar?
- Sí
hombre sí. Siéntese Martínez, siéntese.
- Usted
dirá don Miguel.
- Vamos
a ver Martínez … ¿Cuántos años lleva usted ya en la empresa?
- Doce
años don Miguel.
- ¿Doce
años hace ya que murió su padre?
- Ya
va para doce años y medio.
- ¡Doce
años, cómo pasa el tiempo!
- ¡Y
que usted lo diga, don Miguel!
-
Bueno Martínez, vamos a lo que vamos. ¿Tú sabes
que te contraté cuando tu padre murió en el frente para que tu familia no se
quedara en la indigencia?
-
Sí don Miguel, y mi madre y yo le estamos muy
agradecidos.
-
Y sabes también que tu padre estuvo trabajando con
nosotros hasta que estalló la guerra y se pasó al lado de los rojos.
- Sí
don Miguel.
-
¿Tú sabes además que aquello fue complicado
porque contratar al hijo de un rojo no era fácil hace doce años?
-
¡Lo sé, don Miguel, lo sé, lo sé!
-
Y mira que le dije a tu padre, una y mil veces,
que no se metiera en política, que la política lo que daba eran problemas.
-
¡Verdad, don Miguel, verdad!
-
¡Coño y encima se fue con los rojos! ¿Qué a ver qué
necesidad tenía él de irse con esa gentuza teniendo la vida resuelta como la
tenía siendo el marido de mi prima Petra? Que aunque tu madre es prima lejana
de mi mujer, la familia es la familia, y antes de que entrara otro…
-
Sí don Miguel, si mi madre le está muy agradecida.
-
¡Bueno Paco, vamos a dejarnos de rodeos! ¿Tú te
acuerdas del señor que estuvo aquí ayer después del desayuno?
-
Sí que me acuerdo, don Miguel, el señor de la gabardina.
-
¡Exacto! Pues Paco ese señor es de la secreta.
-
Don Miguel usted sabe que yo soy una persona formal.
-
¡No Paquito, no, sino te he llamado porque hayas
hecho algo malo! El problema es que como tuvimos que cerrar el taller por culpa
de la huelga.
-
¡Yo no fui a la huelga, don Miguel, usted lo
sabe!
-
Sí hijo sí, yo sé que no fuiste a la huelga.
-
¿Y entonces don Miguel?
-
¡Mira que se lo dije a tu padre! Yo sé que tú no
tienes la culpa Paquito, pero los de la secreta piensan que uno del taller es
uno de los cabecillas. Y claro, como tu padre fue rojo…
-
Pero don Miguel, usted sabe que yo no me meto en
política, que yo de mi casa al trabajo y del trabajo a mi casa. Usted sabe que
trabajo como el que más y que no he faltado nunca…
-
¡Si yo eso lo sé Paquito…!
-
¿Y entonces?
-
Mira Paquito, vamos al grano. Me han llamado del
gobierno civil para que hable contigo y les digas quien es el cabecilla de la
huelga.
-
¡Pero don Miguel…!
-
¿Lo sabes o no lo sabes, Martínez?
-
Yo no sé..
-
Mira Martínez que los de la secreta dicen que el
cabecilla es del taller y que tú tienes que saber quién es.
-
Don Miguel, usted no me puede pedir eso.
-
Martínez, sino me dices quién es, me temo que tendré
que despedirte.
-
Don Miguel yo no puedo delatar a un compañero.
Él tiene una familia que mantener.
-
Si tiene que mantener a una familia que se lo
hubiera pensado antes.
-
Si yo ya se lo tengo dicho, pero delatarlo es
muy fuerte. Déjeme que hable con él. ¡Yo creo que puedo arreglarlo!
-
La secreta no quiere arreglos con él. Ya lleva
tiempo dando guerra y lo que quieren es arrestarlo.
-
Don Miguel…
-
Ni don Miguel ni nada. Martínez te doy hasta
mañana. O me das mañana su nombre o no vuelvas por aquí. Mi empresa es una
empresa muy seria y no quiero tener problemas con el gobernador civil. Así que
tú verás lo que haces. ¡Cierra la puerta al salir!
******
- Sr.
Alcalde, Juan Nogales está aquí.
- Muy
bien, dile que pase.
- ¿Se
puede?
- ¡Pasa
Juan, pasa! Pasa y siéntate.
- ¡Tú
dirás!
- ¡Hace
tiempo que no nos vemos!
- Pues
yo sigo viviendo en el mismo sitio.
-
Sí es verdad, pero es que esto de la alcaldía
absorbe mucho y ya no tiene uno tiempo ni para salir a tomar una copa.
-
¿Pedro, para que me has llamado?
-
¡Bueno Juan, vamos a dejarnos de rodeos! Me han
dicho que el otro día te vieron hablando en la calle con el portavoz de la
oposición.
-
¿Y…?
-
Hombre Juan que tú te has llevado muchos años en
el partido y no me parece bien que te pases a la derecha, ni que…
-
¡Para, para, para…, no me vengas con esas! Yo
estuve contigo en el partido cuando te llamaban Pascual en la clandestinidad;
cuando eras Pedro, el hijo de Paco Martínez, el sindicalista. Pero desde
entonces ha pasado mucho tiempo.
-
El tiempo ha pasado, pero yo sigo siendo el
mismo.
-
Si tú fueses el mismo, no me habrías llamado, ni
me habrías pedido las explicaciones que me estás pidiendo.
-
Es que tú no puedes aliarte con los enemigos de
los trabajadores.
-
¿De qué enemigos me estás hablando, Pedro? Tú
eres tu peor enemigo. ¿No te das cuentas en lo que te has convertido? Eres una
mala copia de lo que fuiste. Has traicionado todos los principios por los que
luchamos, eres un pobre esclavo del poder.
-
¡No digas bobadas, el poder no ha podido conmigo!
-
¡El poder no corrompe Pedro, lo que corrompe es
el miedo a perder el poder! Por eso me has llamado, porque tienes miedo de que
el portavoz de la oposición te gane las elecciones. Porque te crees que el
cargo te pertenece.
-
El único miedo que yo tengo es que se
pierdan las conquistas que hemos
logrado. Además te recuerdo que tienes un hijo en este Ayuntamiento con un
contrato temporal.
-
¡Pedro, esto es lo último que esperaba oír de ti!
Esta conversación se ha terminado.
- Vete,
vete, después de las elecciones nos volveremos a ver. ¡Cierra la puerta al
salir!
Manuel Visglerio Romero - Marzo 2011
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