Marismas se despierta. Ayer
el cielo estaba despejado pero hoy el día ha amanecido cerrado. No hay nubes,
pero todo el firmamento hasta donde alcanza la vista, aparece como pintado de
gris. Un gris de plomo, oscuro, casi negro. Antes de una hora va a empezar a
llover. Se presiente por la humedad y por el viento del sur. Huele a tierra
mojada. Hace frio. En la calle no hay un alma. ¡Hay que estar un poco loco para
salir con este tiempo! Se oyen algunos ladridos de perros a lo lejos. Seguramente
están barruntando la tormenta. Los árboles de la plaza se agitan con el aire y
las ramas suenan como si murmuraran con un silbido acompasado. Las hojas en el
suelo crepitan como el fuego de una hoguera cuando se arrastran por el empedrado
y se arremolinan con las ráfagas de viento. La poca claridad que se refleja sobre
las paredes blancas de las casas es suave y mortecina. Sobre el color cobrizo y
pardo de las tejas, se destacan las volutas de humo que nacen de los tiros de
las chimeneas. Por entre las casas algún recuadro de luz se escapa por los
postigos entreabiertos de alguna ventana. Marismas está triste. Hace mucho frio.
Es otoño.
Manuel Visglerio Romero - Noviembre 2011
Manuel Visglerio Romero - Noviembre 2011