Seguidores

domingo, 16 de septiembre de 2012

!VIVAN LAS CADENAS!



            El 12 de abril de 1814, un grupo de sesenta y nueve diputados de un total de doscientos veintitrés, suscribieron el conocido como Manifiesto de los Persas, un documento en el que solicitaban a Fernando VII el regreso al Antiguo Régimen y la derogación de la Constitución de 1812. El 4 de mayo el rey decretó el restablecimiento del absolutismo y el regreso a la España estamental. A la iniciativa de los diputados se unieron los gritos de vivan las cadenas del pueblo llano desesperado por la miseria y las hambrunas de la postguerra. El pueblo famélico y enojado no entendía de leyes, ni de libertades, sus prisas no eran las ideas si no el sustento. En esta situación, los nostálgicos encontraron el caldo de cultivo adecuado para impedir la aplicación de todos los avances y libertades recogidos en las Cortes de Cádiz que terminarían dando lugar a la Década Ominosa.
Salvando todas las distancias que se quieran salvar, en los tiempos que corren empieza de nuevo a repetirse la historia. Cada vez son más los que, aprovechándose de la crisis económica y de la situación de desesperación en la que se encuentran un número cada vez mayor de personas, pretenden sin el menor de los escrúpulos alterar el sistema político y las reglas del juego que nos dimos todos con la aprobación de la Constitución de 1978. Es fácil para algunos, dada la coyuntura actual, utilizar los altavoces del poder o de la prensa afín para buscar un chivo expiatorio al que endosar todos los males de una crisis a la que no saben dar una solución. Unos, en función de sus intereses electorales, culpan a los políticos, a todos los políticos; otros a los ayuntamientos; otros culpan a las autonomías, esos culpan a Bruselas y aquellos culpan a la señora Merckel. Y en esta espiral empieza a girar toda la sociedad a la que cada vez se le va menguando su propia memoria histórica. En el caso de las autonomía que algunos nostálgicos de la España, una, grande y libre, pretendan involucionar de nuevo a los Gobiernos Civiles y al “qué hay de lo mío” sobre las alfombras de los ministerios en Madrid, tiene un pase; pero que gente joven que ha nacido en democracia o que prácticamente han vivido toda su vida en democracia, empiecen a cuestionarse el Estado Autonómico y  se dejen llevar por estos cantos de sirena anticuada, resulta alarmante y anacrónico.
La memoria de los andaluces no puede ni debe ser tan débil. Alguien tendrá que salir a recordar a los andaluces como estaba Andalucía en la España preautonómica. Cómo eran nuestros pueblos y nuestras ciudades; cómo eran nuestras escuelas; cómo eran nuestros ambulatorios y nuestros hospitales; cómo eran nuestras carreteras. Cuales eran entonces las coberturas sociales y sanitarias. Cómo era nuestro ocio y nuestra cultura y quiénes podían acceder a ellos. Todos los logros y las conquistas se los debemos, en primer lugar, a la democracia y en segundo lugar a la Autonomía. A la Autonomía con mayúsculas, la que conquistó el Pueblo Andaluz en la calle exigiendo lo que a otros se daba  por “historia”, como si Andalucía no tuviese ni derechos, ni historia.
Es verdad que la Autonomía, por sí, no ha servido para modificar la situación de dependencia y atraso respecto a otras Comunidades. Y es también cierto que se han cometido durante los treinta años de ejercicio del autogobierno andaluz demasiadas tropelías por parte del partido hegemónico, que ha utilizado la Institución, sálvese quién pueda,  para crear un régimen clientelar y una administración paralela reservada a sus familiares y afines del partido.
Siendo todo esto cierto, y siendo todo esto grave, los Andaluces debemos defender nuestro derecho a decidir, porque el mal ejercicio de un derecho, no puede anular el derecho mismo. El problema no son las autonomías, el problema son los malos políticos que gestionan mal las autonomías. Para solucionar este problema sólo hay un instrumento: el voto. A nosotros corresponde decidir quienes nos gobiernan. Y a nosotros nos corresponde con nuestro voto corregir nuestros errores.
En España, en este río revuelto de la crisis, para algunos el problema es el Estado de las autonomías. Nuestro problema, después de más treinta años de democracia, son los nuevos Persas, los separadores de siempre, los que todavía no han aceptado que las autonomías no forman parte del estado porque son el Estado. Lo demás son las cadenas.