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miércoles, 27 de junio de 2012

SEGÚN COMO SE MIRE


Cuando cambias el punto de vista de las cosas habituales, te das cuenta de que todo en la vida es relativo. Te das cuenta de que todo depende de la forma en que miras y te miran. Ver las cosas, por ejemplo, como si estuvieras asomado en la terraza de un edificio altísimo te da una nueva perspectiva de la realidad. Cuando ves el mundo desde las alturas te das cuenta de que la vida puede ser de otra manera.
            Ver la ropa bailando en las azoteas no es igual que verla posar en los escaparates o arrugada sobre una tabla de planchar. Ver desde lo alto una y mil calvas diferentes brillando al sol no es lo mismo que mirar por las calles las caras cotidianas a que alcanza tu vista. Contemplar un canalillo al aire desde las alturas es más excitante que ver de frente dos pechos camuflados tras una blusa escotada. Atisbar unos hombros desnudos desde el cielo es más apasionante que ver llegar una cintura de avispa abrazada por un cinturón ajustado.
            No es comparable oír una campana, a lo lejos, que verla voltear mientras te llama; ni es igual ver los tejados que los sótanos, ni las copas de los árboles que los parterres. No es lo mismo estar en una nube que estar entre las nubes, suspendido en el aire. No es igual ver un bosque de antenas que estar secuestrado durante horas mirando una pantalla; ni es lo mismo ver una calle, una avenida o una plaza que ver de golpe toda una ciudad. No es igual ver una rosa que contemplar un jardín; ni es lo mismo ver a lo lejos el vuelo de un pájaro que volar en los cielos como si fueras un pájaro. Y es que desde que puedo volar todo en mi vida ha cambiado por completo. Manuel Visglerio Romero - Junio 2012.

martes, 12 de junio de 2012

VERANO


              La noche ha sido tórrida y espesa. No se levantó la marea y los visillos no han podido mecerse con su brisa. Las paredes han pasado la madrugada desprendiendo la soflama del sol en el ambiente. Costaba respirar sobre los colchones tendidos en el suelo. Ni siquiera las losas atemperaban el aire. Por los ventanales sólo ha entrado el canto agudo y monocorde de los grillos. Los grillos son los dueños de la noche como las chicharras son las dueñas de la siesta. Los dos cantan con un mismo canto monótono y estridente. Ellas le chirrían al sol y ellos le grillan a la luna.
            En las noches de insomnio los hombres en el pueblo aparejan las bestias antes de que cante el gallo. Hay que llegar a la tierra con las claras del día para robarle al sol las calores de la canícula. Sobre las monturas los serones llevan a la ida la talega con los avíos para el gazpacho, las cántaras de agua y las jaulas vacías que vendrán repletas de frutas al regreso. Arropados por hojas de viñas en las canastas, los damascos, las brevas, los melocotones, las ciruelas blancas o los peros agrios, viajaran a la vuelta sobre los serones. Y cuando llegue su tiempo saldrán las carretas a acarrear por los campos los tomates pintones, los calabacines, las sandías rayadas y las uvas blancas y las uvas negras. Y cuando el sol empiece a esconder su rostro abrasador sobre el horizonte, los hombres, sobre los pescantes, enfilarán el camino hacia la casa con la querencia de la ropa limpia y del agua fresca. Y mañana será otro día y sobre las calles y sobre las casas volverá el calor, como cada día, porque en Marismas es verano.
Manuel Visglerio Romero - Junio 2012.