Cuando cambias el punto de vista de las
cosas habituales, te das cuenta de que todo en la vida es relativo. Te das
cuenta de que todo depende de la forma en que miras y te miran. Ver las cosas,
por ejemplo, como si estuvieras asomado en la terraza de un edificio altísimo te
da una nueva perspectiva de la realidad. Cuando ves el mundo desde las alturas te
das cuenta de que la vida puede ser de otra manera.
Ver
la ropa bailando en las azoteas no es igual que verla posar en los escaparates
o arrugada sobre una tabla de planchar. Ver desde lo alto una y mil calvas diferentes
brillando al sol no es lo mismo que mirar por las calles las caras cotidianas a
que alcanza tu vista. Contemplar un canalillo al aire desde las alturas es más
excitante que ver de frente dos pechos camuflados tras una blusa escotada.
Atisbar unos hombros desnudos desde el cielo es más apasionante que ver llegar una
cintura de avispa abrazada por un cinturón ajustado.
No
es comparable oír una campana, a lo lejos, que verla voltear mientras te llama;
ni es igual ver los tejados que los sótanos, ni las copas de los árboles que
los parterres. No es lo mismo estar en una nube que estar entre las nubes,
suspendido en el aire. No es igual ver un bosque de antenas que estar secuestrado
durante horas mirando una pantalla; ni es lo mismo ver una calle, una avenida o
una plaza que ver de golpe toda una ciudad. No es igual ver una rosa que
contemplar un jardín; ni es lo mismo ver a lo lejos el vuelo de un pájaro que
volar en los cielos como si fueras un pájaro. Y es que desde que puedo volar todo
en mi vida ha cambiado por completo. Manuel Visglerio Romero - Junio 2012.