Soy
concejal andalucista de mi pueblo y no me avergüenzo de serlo. Yo no tengo la
culpa de lo que te pasa, ni de lo que me pasa, porque a mí también me ocurre.
Yo no soy inmune a la crisis. Llevo muchos años ejerciendo mi cargo y no cobro
un euro por hacerlo. Tú me dirás que nadie me obliga a ser concejal, y yo te
diré que es cierto que nadie me obliga, lo hago porque me gusta la política y
por algo más, por lo que no tengo que pedir perdón, lo hago porque quiero
cambiar las cosas. Tú dirás que todos dicen lo mismo, y yo te diré que es
verdad que todos dicen lo mismo, y que por lo tanto algunos mienten. En mi
caso, y en el de muchos otros, a ti te corresponde saber si mentimos o no. Has
tenido tiempo de comprobarlo pero no has querido hacerlo.
La primera vez que un político te defraudó pudiste votar
a otro pero no lo hiciste. Cuando viste a un político enchufar a un familiar
pudiste votar a otro y decidiste no hacerlo. Cuando incumplió sus promesas
también estuvo en tu mano dejar de votarlo. Pudiste dejar de confiar en él
cuando te enteraste de que pedía el carné de su partido para darte un trabajo.
La primera vez que acusaron a un político por corrupción pudiste dejar de votar
a su partido, pero tampoco lo hiciste.
En todos esos momentos pudiste cambiar las cosas pero no
las cambiaste porque pensabas que todos los políticos eran iguales. Y ahora
después de todo lo que ha llovido, y de todo lo que estamos pasando, resulta
que la culpa es mía. Me culpas a mí, que nunca he gobernado, porque tú has
decidido que todos los políticos somos iguales, a pesar de que has seguido
votando a los que al final nos han llevado a la ruina. Ahora resulta que yo soy
culpable de tu culpa.
¿Pues
sabes de lo que me siento culpable? Soy culpable de dedicarle a mi pueblo horas
y horas a cambio de nada. Soy culpable de robarme los pocos ratos libres que
tengo para dedicártelos a ti sin que tú lo sepas. Soy culpable de robarle
tiempo a mi familia para seguir luchando por nuestra tierra sin que nunca me
hayas dado tu confianza. De eso y de mis errores y de los errores de mi
partido, que seguro que son muchos, me declaro culpable pero no de los tuyos.
Seguramente
casi nada de lo que he dicho te hará cambiar de opinión. Quizás seguirás
pensando que todos somos iguales, y probablemente cuando ya nos hayas
condenado, tengamos o no tengamos la culpa de casi nada, sólo me quedará
preguntarte:¿a quién vas a llamar para que luche por ti a cambio de tan
poco?
Manuel
Visglerio Romero – Junio 2013.