Seguidores

lunes, 22 de abril de 2013

LA OLLA DE LOS POBRES



            A finales del siglo XIX, Blas Infante, estudió el bachillerato en el internado de los escolapios de Archidona.  Allí tuvo Infante, a los once años, la visión sombría de los jornaleros a los que veía pasear su hambre, cada día, camino de «la puerta de la guiropa», un portón en el que hacían cola y por el que los escolapios repartían un guisote hecho de sobras. Desde las ventanas del internado, entre los pedigüeños, reconocía Infante a los padres y abuelos de varios de sus mejores amigos de clase.
            Han pasado más de cien años de aquella escena y quién nos iba a decir que después de tantos años íbamos a volver a ver «la olla de los pobres» en los colegios de nuestra Andalucía y de la mano de un gobierno de izquierdas. Es verdad que ya no será una olla, ni será por la caridad de unos religiosos, será por el decreto de unos políticos que camuflan su ineptitud tras un papel timbrado.
            Que Andalucía, después de treinta años de autogobierno y de dos «modernizaciones»,  con una renta per cápita cercana a los 18.000 euros y con el tercer PIB de España, tenga que abrir los comedores escolares y las unidades de día para dar de comer a niños y mayores con peligro de exclusión social, sólo demuestra el poco respeto que el gobierno andaluz le tiene a los andaluces. En pleno siglo XXI es inadmisible que un gobierno que maneja más de treinta mil millones de euros y que se declara de izquierdas, no haya establecido una Renta Social Básica para las familias con riesgo de exclusión. Una Renta Social que permita a los andaluces no tener que mendigar la comida de sus hijos ni de sus padres.
            ¿No recuerdan más de uno y más de dos aquello de «en mi hambre mando yo»?. Acaso los excluidos por la crisis no tienen derecho a su dignidad. No podemos hacer repetir a un alumno pobre porque se traumatizaría, y sí pueden, desde el gobierno andaluz, estigmatizarlo con un desayuno o una merienda que los delata y los excluye socialmente. El pueblo andaluz y el pueblo andaluz que sufre y que padece merece otro trato. Los andaluces no necesitan la caridad de sus políticos, y menos una caridad proclamada en titulares de prensa. El pueblo andaluz no se merece tener un gobierno que se dedica, por un espurio interés político, a hacerle la competencia a los Bancos de Alimentos y a las ONGS, que de forma altruista y desinteresada llevan años ayudando a cientos de familias de forma anónima y callada.
            Decía Blas Infante, durante la república, que «el hambre, la terrible hambre jornalera, es más amarga siendo republicana que monárquica, porque además de ser hambre de pan es hambre de esperanzas defraudadas por la república», después de casi un siglo, algunos debieran releer al padre de la patria andaluza, creerse nuestro estatuto y no defraudar las esperanzas que muchos pusieron en él para cambiar el signo de nuestra historia.
             Manuel Visglerio Romero - Abril 2013   

martes, 16 de abril de 2013

MOÑIGUEROS


     Nadie sabe desde cuando se utiliza el calificativo de “moñiguero” o “boñiguero” como gentilicio de aquellos que hemos nacido o vivimos en Los Palacios y Villafranca. Unos dicen que el origen del apelativo se debe al uso que los vaqueros de la marisma hacían del excremento seco del ganado vacuno como combustible en las lumbres e incluso en los hogares de las casas más humildes.      Sea cual sea el origen del sobrenombre, lo que sí es cierto, es que los vecinos de algunos pueblos cercanos lo han utilizado durante generaciones, entre bromas y veras, unos como una forma cariñosa de citarnos y otros, los menos, con ganas de molestar. Yo, como la mayoría de los palaciegos, nunca lo he tomado a mal; siempre lo hemos considerado como un tratamiento cordial, incluso nuestro más ilustre poeta, Joaquín Romero Murube, apelaba en sus escritos a …los manes de mi marisma boñiguera.
         Al contrario de lo que muchos pudieran pensar, yo, como andalucista, en lo referente a mi pueblo no soy especialmente chauvinista ni por supuesto aldeano; el que piensa que lo suyo es lo mejor simplemente por ser suyo, es que no ha salido de su aldea. Pero que no sea chauvinista no quita para que, desde las últimas elecciones municipales, sienta una profunda indignación por las continuas apariciones en prensa de mi pueblo, con titulares cada vez más escandalosos: el ayuntamiento, arruinado por el antiguo alcalde socialista Antonio Maestre, tiene una deuda de más de setenta millones de euros; el ayuntamiento entrampado hasta las cejas debe tres nóminas a los trabajadores municipales; Los Palacios y Villafranca se acoge al Plan de pago a proveedores por un importe superior a veintidós millones de euros que el anterior gobierno del PSOE dejó sin pagar; la Junta de Andalucía reclama al ayuntamiento la devolución de numerosas subvenciones de proyectos no ejecutados, cuyos fondos fueron desviados por Antonio Maestre y de los que no se ha aclarado su destino; la empresa municipal de desarrollo local Idelpa se declara en concurso de acreedores y una auditoría destapa miles de euros sin justificar por los anteriores gestores del PSOE; dimite una concejala socialista que compró entradas para los toros con fondos municipales destinados a asuntos sociales; y lo último: dimite la concejala y portavoz municipal del PSOE acusada de pagar trajes de flamenca, para uso propio, con fondos del ayuntamiento.
       ¿Qué nos queda por ver, después de tantos años de prepotencia y de sectarismo, después de tantos años de creerse los dueños del cortijo y de sentirse inmunes e impunes a cualquier fechoría?
        Es verdad que el pueblo de Los Palacios y Villafranca castigó en las urnas a estos “socialistas” arrebatándoles siete concejales de una mayoría holgada de trece que disfrutaban; es verdad que más del 70% de los Palaciegos apostó por un cambio después de  más de veinticuatro años de continuos gobiernos del PSOE; pero no es menos cierto que muchos de los que han perpetrado la tropelías que día a día estamos conociendo, siguen protegidos por el paraguas del Partido Socialista, cobrando un sueldo a cargo del erario público después de haber arruinado a todo un pueblo.
         Como vecino de Los Palacios y Villafranca proclamo a todo aquel que quiera oírlo que mi pueblo no es mejor ni peor que cualquier otro, que los palaciegos no somos como algunos demuestran que son y que yo como la mayoría soy “moñiguero” y no me avergüenzo de serlo, aunque durante muchos años me he preguntado por qué mi pueblo se dejaba gobernar por ciertos personajes, que ahora están manchando el nombre de otros muchos políticos que nos sirvieron a todos con honradez y decencia.
Manuel Visglerio Romero - abril 2013

miércoles, 3 de abril de 2013

VOTAR Y BOTAR



Si un ladrón campa a sus anchas por los barrios de una ciudad desvalijando los cuatro duros de las familias porque no hay fuerzas de seguridad suficientes que patrullen las calles; si un río se desborda porque se han paralizado las obras que tendrían que desviarlo del casco urbano y provoca cuantiosos daños materiales; si un bosque arde de forma descontrolada porque se ha reducido el personal de los retenes produciendo un daño medioambiental irreparable; si un enfermo se muere en urgencias porque no hay personal suficiente para atenderlo; si todo esto ocurre y nadie se siente responsable de que esto ocurra, algo está funcionando mal en nuestro proclamado estado del bienestar. Y el problema no es que funcione mal, el problema es que, salvo a los afectados, a casi nadie le importa que estas cosas ocurran. Y ocurren por una simple razón: porque lo público, en este país, no es de todos, en este país lo público no es de nadie.
Si a alguien le roban sus ahorros entrando por una ventana de su casa porque alguien ha decidido gastar en festejos el dinero previsto para la seguridad ciudadana, ¿quién le devuelve al ciudadano sus ahorros?
Si entre todos tenemos que pagar con nuestros impuestos la limpieza de las casas anegadas por una riada que todo el mundo sabía que se iban a anegar, porque alguien ha decidido gastar el dinero del desvío del arroyo en sueldos astronómicos para mantener a cargos políticos afines, innecesarios y prescindibles, ¿quién devolverá al erario el valor del despropósito?
En tiempos de la televisión franquista se emitía un anuncio cuando se acercaba el verano para concienciar sobre los incendios forestales, ‘si el bosque se quema algo tuyo se quema’. Faltó tiempo para el chiste fácil ‘si el bosque se quema algo suyo se quema, señor marqués’. Desgraciadamente, todavía hay quien piensa que los bosques no son de nadie y se creen con el derecho de prenderles fuego, lo lamentable es que alguien decida gastarse el dinero de la prevención y de la extinción de incendios, en ayudar a cerrar fábricas y a destruir empleos con dinero público, sin que nadie les pida que costeen de su bolsillo la reforestación de nuestro montes por su dejadez e ineptitud.
¿Quién le devolverá la vida a una persona víctima de una atención médica insuficiente por falta de medios y de personal porque alguien ha decidido gastar en subvenciones el dinero necesario para la salud? Y cuando a la familia del finado tengamos que pagarle entre todos una indemnización, ¿quién le reclamará al responsable del homicidio de estado que pague de su bolsillo el dinero de todos?
Hasta que un alcalde inepto, un consejero irresponsable o un presidente manirroto, no tengan que responder por sus tropelías con su propio patrimonio, no conseguiremos limpiar la imagen de tantos y tantos cargos públicos honestos y eficaces, que cada día pagan el pato por la dejadez de unos pocos. Pero algo debe quedarnos claro, esta situación pudo evitarse en su momento y puede evitarse ahora, está en nuestras manos. La democracia se regenera de una forma muy fácil: votando a los honestos y botando a los ineptos y a los corruptos.
Manuel Visglerio Romero - Abril 2013.