Seguidores

miércoles, 3 de abril de 2013

VOTAR Y BOTAR



Si un ladrón campa a sus anchas por los barrios de una ciudad desvalijando los cuatro duros de las familias porque no hay fuerzas de seguridad suficientes que patrullen las calles; si un río se desborda porque se han paralizado las obras que tendrían que desviarlo del casco urbano y provoca cuantiosos daños materiales; si un bosque arde de forma descontrolada porque se ha reducido el personal de los retenes produciendo un daño medioambiental irreparable; si un enfermo se muere en urgencias porque no hay personal suficiente para atenderlo; si todo esto ocurre y nadie se siente responsable de que esto ocurra, algo está funcionando mal en nuestro proclamado estado del bienestar. Y el problema no es que funcione mal, el problema es que, salvo a los afectados, a casi nadie le importa que estas cosas ocurran. Y ocurren por una simple razón: porque lo público, en este país, no es de todos, en este país lo público no es de nadie.
Si a alguien le roban sus ahorros entrando por una ventana de su casa porque alguien ha decidido gastar en festejos el dinero previsto para la seguridad ciudadana, ¿quién le devuelve al ciudadano sus ahorros?
Si entre todos tenemos que pagar con nuestros impuestos la limpieza de las casas anegadas por una riada que todo el mundo sabía que se iban a anegar, porque alguien ha decidido gastar el dinero del desvío del arroyo en sueldos astronómicos para mantener a cargos políticos afines, innecesarios y prescindibles, ¿quién devolverá al erario el valor del despropósito?
En tiempos de la televisión franquista se emitía un anuncio cuando se acercaba el verano para concienciar sobre los incendios forestales, ‘si el bosque se quema algo tuyo se quema’. Faltó tiempo para el chiste fácil ‘si el bosque se quema algo suyo se quema, señor marqués’. Desgraciadamente, todavía hay quien piensa que los bosques no son de nadie y se creen con el derecho de prenderles fuego, lo lamentable es que alguien decida gastarse el dinero de la prevención y de la extinción de incendios, en ayudar a cerrar fábricas y a destruir empleos con dinero público, sin que nadie les pida que costeen de su bolsillo la reforestación de nuestro montes por su dejadez e ineptitud.
¿Quién le devolverá la vida a una persona víctima de una atención médica insuficiente por falta de medios y de personal porque alguien ha decidido gastar en subvenciones el dinero necesario para la salud? Y cuando a la familia del finado tengamos que pagarle entre todos una indemnización, ¿quién le reclamará al responsable del homicidio de estado que pague de su bolsillo el dinero de todos?
Hasta que un alcalde inepto, un consejero irresponsable o un presidente manirroto, no tengan que responder por sus tropelías con su propio patrimonio, no conseguiremos limpiar la imagen de tantos y tantos cargos públicos honestos y eficaces, que cada día pagan el pato por la dejadez de unos pocos. Pero algo debe quedarnos claro, esta situación pudo evitarse en su momento y puede evitarse ahora, está en nuestras manos. La democracia se regenera de una forma muy fácil: votando a los honestos y botando a los ineptos y a los corruptos.
Manuel Visglerio Romero - Abril 2013. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario