Después de los últimos
resultados de las Elecciones al Parlamento de Andalucía, en las que nuevamente
el Partido Andalucista ha quedado sin representación, creo que, como candidato
número uno por la provincia de Sevilla, este nuevo fracaso merece una reflexión
mía desde la cuota parte de responsabilidad que pueda corresponderme. Y no voy
a escurrir el bulto eludiendo esa responsabilidad.
Está claro que no hemos sido
capaces de conectar con el electorado y que probablemente hemos errado en el
fondo y en la forma de transmitir nuestro mensaje. Pero admitiendo lo anterior,
hay algo que no alcanzo a comprender y
que me sigo preguntando a pocas horas de conocer el escrutinio: ¿por qué el
pueblo andaluz es tan crítico y exigente con nosotros y tan permisivo y
tolerante con los demás? ¿por qué Andalucía perdona la corrupción del partido
que lleva más de treinta años gobernándola y perdona la corrupción del otro
partido que lleva los mismos años queriendo gobernarla?
¿Por qué el pueblo andaluz
se deslumbra y se deja llevar con tanta facilidad por el primero que llega y
desconfía de un partido, como el andalucista, formado por hombres y mujeres que
llevan décadas trabajando en nuestros pueblos y ciudades, en la inmensa mayoría
de los casos, costándoles el tiempo y el dinero?
¿Por qué la prensa y lo
medios andaluces no sólo nos ignoran sino que además nos silencian? Porque el
silencio de los andalucistas no es fruto de nuestra falta de voz y de
propuestas sino de una estrategia premeditada de hacernos invisibles e
inaudibles para favorecer electoralmente a otros que con su dinero nos acallan.
Después de preguntarme todo
esto y después de reconocer mis propios errores sigo sin encontrar razones para
un trato tan desigual y tan injusto. Es verdad que en Andalucía la gente lo está
pasando mal y es verdad que son muchos los que, con especial crudeza, están
sufriendo los azotes de la crisis; pero no es menos cierto, al menos para mí lo
es, que nadie vendrá de fuera a resolver nuestros problemas. Y sólo espero, por
el bien de todos, que el pueblo andaluz haya acertado con su voto. Aunque me
temo que no será así; por eso hoy quiero recordar unas palabras de Blas
Infante, que vienen muy al caso. No son fruto de mi soberbia, son fruto de mi
impotencia:
“Y,
no se me diga que el pueblo sufre. Ese pueblo, tiene ahora lo que merece. Ese
pueblo, es quien elige ahora; pues bien; que sepa elegir. Mientras las
circunstancias condicionantes de la actual política estén vigentes, yo, no
obstante que trabajo por reformar esa política, tengo derecho a decir: Nada
debo a ese pueblo. Ningún liberalista tampoco. Nada nos dio él, nosotros, todo
se lo dimos: algunas veces hasta la ofrenda de vivir. Allá ese pueblo con sus
representantes. ¿Que roban al pueblo sus elegidos?, que le roben. ¿Que lo
depredan?, pues que no se dejen depredar”.
Manuel Visglerio Romero - 23 de marzo de 2015
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