Uno de los grabados más conocidos de Francisco de Goya es el perteneciente a la serie “Los Caprichos”,
titulado “El sueño de la razón produce monstruos”. No ha quedado claro el
mensaje que el pintor pretendió transmitir con su obra, pero dada la época
convulsa que le tocó vivir, no parece que se refiriera a las pesadillas que
pueden presentarse durante el sueño; parece más evidente la referencia al
olvido de la inteligencia, a la falta de razonamiento que se produce en ciertos
momentos de desesperación. En estos momentos de incertidumbre y pesimismo la
razón se difumina y llega incluso a desaparecer por completo en circunstancias
de miedo, desesperanza o pánico.
En estos momentos de dificultad que padecemos, en los que tantas
personas están sufriendo en sus propias carnes los azotes de la crisis, es
fácil que se presenten los monstruos de la sinrazón. Quien padece la lacra del
paro y no tiene expectativas de futuro, a corto plazo, es una víctima fácil de
los prejuicios. Quien necesita imperiosamente una solución desesperada no se
plantea la cualidad de los medios para conseguirla. Quien roba para dar de
comer a su familia no comete delito; la razón de la sinrazón, en estos casos,
está más que justificada.
El problema surge cuando algunos dirigentes políticos y sociales,
aquellos que disfrutan de una vida más o menos acomodada o simplemente
llevadera, deciden utilizar la sinrazón de los que sufren en provecho propio. O
lo que es más alarmante, cuando los intelectuales, que debieran ser los que
aportaran razón y cordura a una sociedad atribulada, deciden dar pábulo a estos
dirigentes, otorgándoles un protagonismo social y político que en condiciones
normales nunca tendrían.
Aparecen entonces, alimentados por la demagogia, los monstruos de la
razón; aquellos que en este bucle maldito de la crisis, no buscan soluciones, sólo
buscan culpables. La culpa del paro es de los emigrantes porque nos quitan el
trabajo, o de los parados que son unos vagos y no quieren trabajar, o de los
empresarios explotadores que no quieren dar trabajo para poder comprarse otro
yate, o de los políticos que sólo piensan en su sillón y les trae sin cuidado
el paro de la gente.
La sinrazón no busca la causa de los problemas, se limita a buscar un
culpable para cada problema; y desgraciadamente, en la historia ha ocurrido
siempre así: en las hambrunas de la Edad
Media se asaltaban las juderías porque los judíos eran considerados
los culpables del hambre, o se desterró a todos los moriscos porque de ellos era
la culpa de los ataques de los piratas de Berbería. En la revolución rusa todos
fueron culpables menos los bolcheviques. En la Alemania de entreguerras
los judíos y los comunistas eran los causantes de todos los males del pueblo y
ese mismo pueblo, o casi todo ese pueblo, desde el obrero hasta el profesor de
universidad, cegado por el sueño de la razón, creó el monstruo del nazismo. Sí,
lo creó el pueblo alemán, lo crearon los trabajadores y los intelectuales,
todos los que llevados por la sinrazón apoyaron con su voto el ascenso a
Canciller de un simple cabo del ejército que les gritaba al oído lo que su
sinrazón quería oír. Antes y durante, en nuestro solar, nos escupimos a la cara
nuestras culpas y terminamos matándonos en una espiral diabólica y fratricida.
Dicen que los pueblos que no conocen su historia están condenados a
repetirla. Por eso, hoy más que nunca, tenemos entre todos la responsabilidad
de mantener nuestras conciencias despiertas, hasta que despertemos de este mal
sueño de la crisis, y no dejarnos llevar por los arribistas y los advenedizos
de la política que sólo buscan trepar a costa de nuestras desgracias. Si
estamos unidos entre todos será más fácil allanar el camino.
Manuel Visglerio Romero - Septiembre 2012.
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